El
diagnóstico se basa en tres aspectos propios de la historia clínica
y de la exploración:
- Síntomas.
- Tinciones oculares.
- Alteración
dinámica lagrimal.
Los
síntomas propios de esta enferrnedad son inespecíficos en general y proporcionan
una información a veces insuficiente. Sin embargo, su recogida sistemática
y minuciosa permiten orientar el problema correctamente en muchos casos.
Las preguntas que debe hacerse si cree que padece enfermedad de superficie
ocular son:
- Describa el malestar
ocular.
- Cómo y cuándo
empezaron.
- Horas del día o
noche.
- Situaciones que
mejoren o empeoren.
El
malestar típico es un conjunto de molestias que van desde el escozor a
la sensación de arenilla, pasando por sensaciones contradictorias, como
la de padecer constante humedad en los ojos.
Si
los síntomas comenzaron de modo relativamente repentino deberá
buscar alguna causa, como una intervención quirúrgica, el empleo de colirios,
etc.
Si
manifiesta más síntomas al leer o al exponerse a ambientes con gran circulación
de aire o presencia de humos o vapores, que mejoran, pero sin desaparecer
del todo, es probable un funcionamiento insuficiente de la película lagrimal.
Si
ambos ojos no muestran los mismos síntomas y siempre son más llamativos
en un ojo que en otro, debe descartar un factor mecánico (como un párpado
anómalo, presencia de concreciones conjuntivales, pestañas de crecimiento
alterado, etc.) que justifiquen dicha asimetría sintomática.
La
exploración mediante lámpara de hendidura (biomicroscopio) exige evaluar
las pestañas (caída, dirección, presencia de escamas o moldes adheridos
a ellas), el borde palpebral (presencia de vasos sanguíneos en el borde
libre que sugieren inflamación crónica, permeabilidad y visibilidad de
los orificios de las glándulas de Meibomio), la estimación del menisco
lagrimal, que viene a medir unos 0,2-0,3 mrn en condiciones normales,
la suficiente abertura de los puntos lagrimales, la salud del tarso (presencia
de papilas, fotículos, inflamación crónica). También debernos evaluar
el fondo de saco inferior (presencia de moco) y el estado de la conjuntiva.
Las
tinciones oculares son sustancias capaces de impregnar estructuras de
la superficie ocular cuando éstas están dañadas, pudiendo resaltarse su
observación mediante luces de colores adecuados y el empleo de la lámpara
de hendidura.
Las
más empleadas en la clínica cotidiana son la fluoresceína y el rosa de
bengala. Su utilidad se puede glosar de la siguiente forma:
-
Permiten evaluar el grado y localizació topográfica del deterioro
corneal y conjuntival.
-
Facilitan la medición del menisco lagrimal.
-
Ayudan
a valorar el estado de las uniones interepiteliales, de gran importancia
para asegurar la integridad del epitelio corneal.
-
Hacen
visibles las irregularidades de la superficie.
-
Resaltan las hebras de moco y los filamentos de epitelio.
La
alteración de la dinámica lagrimal puede medirse de múltiples maneras,
pero la más utilizada por los oftalmólogos generales es el test de Schirmer.
El
test de Schirmer se basa en la colocación de una fina tira de papel en
el fondo de saco palpebral inferior, que situado en esta posición durante
5 minutos, se mojará en proporción a la cantidad de lágrima que circula
por la superficie ocular. Si existe un síndrome de ojo seco con reducción
de la cantidad de lágrima, la tira se mojará sólo algunos milímetros.
Al contrario, si existe una obstrucción del drenaje lagrirnal, la tira
puede empaparse por completo.
El
test de Schirmer sin anestesia mide la secreción refleja lagrimal, es
decir, la producida como reación a un estímulo indeterminado, en
este caso, el contacto de la tira de papel. Así, medirá en realidad la
secreción máxima que es capaz de producir el ojo.
El
test de Schirmer con anestesia mide la secreción basal, es decir, la producida
en condiciones normales por el ojo para mantener una lubricación efectiva.
Es por ello un indicador más fiable de la verdadera cantidad de lágrima
que posee la superficie ocular en cualquier momento. El procedimiento
empleado es el siguiente:
-
Se instila una gota de colirio anestésico.
-
Tras
5 minutos de espera, se coloca una tira de papel absorbente durante
otros 5 minutos en el fondo saco inferior, y se indica a la persona
a que cierre los ojos.
-
Se retira el papel y se mide la porción de tira húmeda, en milímetros.
Otra
manera de medir la dinámica de la película lagrimal consiste en determinar
el denominado tiempo de rotura lagrimal (break-up time, BUT).
Se realiza de la manera siguiente:
- Se instila fluoresceína
en el fondo de saco inferior. Se indica a la persona a que parpadee
varias veces, para repartir el colorante por toda la superficie del
ojo e integrarlo en la propia película lagrimal.
- Se solicita al
sujeto que mantenga el ojo abierto. Se empieza a contar el tiempo y
se detiene la cuenta en el momento que se aprecia la aparición de puntos
o manchas negras sobre el fondo amarillo-verdoso homogéneo de la película
lagrimal teñida por la fluoresceína. Las manchas negras indican la pérdida
de la integridad de la película.
En
personas normales, el BUT es de más
de 15 segundos (entre 20 y 30 segundos). En sujetos con enfermedad de
superficie ocular, se reduce dramáticamente, permitiendo comprobar objetivamente
la inestabilidad de su lágrima..
Con
todas estas variables en mente (síntomas, tinciones oculares y dinámica
lagrimal medida mediante Schirmer y BUT), se
puede graduar el síndrome de ojo seco. Los grados más frecuentes
son el 0 y el 1, formas de ojo seco leve, con síntomas intermitentes,
que aparecen a temporadas para desaparecer después. Es poco habitual que
aparezcan signos de conjuntivitis propiamente dicha. Los grados más avanzados,
2 y 3, son continuamente sintomáticos y ma- nifiestan ojo rojo, exceso
de moco y filamentos e incluso en casos muy graves, cambios en el epitelio
conjuntival y corneal, que puede sufrir una metaplasia hacia epitelio
con queratina, similar al de la piel.
Debe
saber que el 40% de las mujeres mayores de 50 años padecen un cierto grado
de disfunción de la película lagrirnal, equivalente a grados 0 y 1. Además,
muchas personas toman o se administran medicamentos que pueden empeorar
la sintomatología del síndrome de ojo seco, ya que reducen la producción
de lágrima. Algunos de estos fármacos son:
- Ansiolíticos,
antidepresivos, antihistamínicos.
-
Colirios
antiglaucomatosos, especialmente los betabloqueantes tópicos.
-
Fármacos de elevada toxicidad, como antivíricos, aminoglucósidos,
mióticos, etc.
-
El simple uso muy prolongado de cualquier colirio (por exposición
a sus conservantes).
-
Uso de retinol oral, propio de los antiacneicos, o el abuso de vitamina
A.
Por
lo que si sufre del síndrome del ojo seco, debe comprobar su medicación.