De
sobra es conocido que muchas mujeres embarazadas presentan problemas de
estreñimiento. Esto es debido a la reducción del tono muscular, que provoca
una disminución del peristaltismo; el aumento del tamaño del útero, que
comprime el colon dificultando la evacuación, y la administración de suplementos
vitamínicos, que contienen calcio y hierro, que aumentan el estreñimiento.
Estas
mujeres por tanto, deben aumentar la ingestión de líquidos, fruta fresca
y vegetales. También deben evitar la toma de medicamentos que pueden provocar
estreñimiento, como los antiácidos de aluminio, de tal forma, que si fracasan
estas medidas, podrán usar laxantes pero siempre bajo la supervisión
su ginecólogo.
Los
laxantes de primera elección son los formadores de bolo (Plantago ovata,
metilcelulosa y agar), ya que son fármacos que apenas se absorben.
Sin olvidar que deben administrarse con abundante líquido. Cuando la fibra
no da resultado, la siguiente alternativa son los osmóticos (lactitol
y lactulosa), que están indicados en embarazadas por su perfil de seguridad
y eficacia. Si fracasaran éstos últimos, deberán utilizarar los
senósidos, ya que se absorben mínimamente y no han demostrado efectos
teratógenos.
El
bisacodilo y los supositorios de glicerina se absorben escasamente, por
lo que también los pueden utilizar.
Los
osmóticos salinos (sales de magnesio y de sodio) pueden emplearse como
alternativa, junto con una adecuada ingestión de líquidos, durante cortos
períodos de tiempo, ya que a largo plazo su absorción puede originar desequilibrios
electrolíticos como hipernatremia e hipermagnesemia.
Los
lubricantes como el aceite mineral no deben emplearse porque favoreceren
la pérdida de absorción de las vitaminas liposolubles.
El
aceite de ricino está contraindicado debido a que puede inducir contracciones
prematuras y la rotura de tejidos uterinos, causando la muerte del feto
y de la madre.